Estudiad las vidas de José y Moisés, de Daniel y David.
Comparad la historia de los primeros años 152 de David con la de Salomón, y considerad los resultados. David estuvo en su juventud íntimamente relacionado con Saúl, y su permanencia en la corte y su contacto con los miembros de la casa del rey le permitieron descubrir la naturaleza de los cuidados, las penas y las perplejidades ocultas bajo el brillo y la pompa de la realeza.
Vio de cuán poco valor es la gloria humana
para dar paz al alma, y sintió alivio y alegría al regresar de la corte del rey
para cuidar los rebaños.
Cuando, a causa de los celos de Saúl, tuvo que huir al desierto, David, aislado de todo sostén humano, se apoyó más fuertemente en Dios.
La incertidumbre y la inquietud de la vida del desierto, su incesante peligro, la necesidad de huir con frecuencia, el carácter de los hombres que se le unieron allí, "todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu" *1 Sam. 22:2, hacían más necesaria aún la severa disciplina propia.
Estas vicisitudes despertaron y desarrollaron en él la facultad de tratar con los hombres, la simpatía por los oprimidos y el odio a la injusticia.
En los años de espera y peligro, David aprendió a buscar en Dios su consuelo, su sostén, su vida.
Aprendió que solamente por medio del poder de Dios podría llegar al trono; solamente por medio de la sabiduría divina podría gobernar sabiamente.
Mediante la instrucción recibida en la escuela de las dificultades y el dolor, David pudo merecer este juicio, aunque más tarde lo manchara su gran pecado: "Administraba justicia y equidad a todo su pueblo". *2 Sam. 8:15. ED/EGW/MHP
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