Los que frecuentan las tabernas, que están abiertas para todos aquellos que son bastante necios como para familiarizarse con el mal mortal que contienen, están siguiendo el camino que lleva a la muerte eterna. Se están vendiendo a sí mismos, cuerpo, alma y espíritu, a Satanás. Bajo la influencia de la bebida que toman son inducidos a hacer cosas de las cuales huirían con horror si no hubiesen probado la droga enloquecedora. Cuando están bajo la influencia del veneno líquido, están bajo el dominio de Satanás. El los gobierna, y ellos colaboran con él (Carta 166, 1903).
LA NATURALEZA DE LOS CRÍMENES COMETIDOS BAJO EL DOMINIO DEL ALCOHOL. El resultado del hábito de beber alcohol está demostrado por los terribles homicidios que suceden. Cuán a menudo se halla que el robo, el incendio, el asesinato se cometieron bajo la influencia del licor. Sin embargo la circulación del licor está legalizada y produce enorme perjuicio en las manos de aquellos que se deleitan en tocar aquello que arruina, no sólo a la pobre víctima, sino a toda su familia (Review and Herald, 1-5-1900).
Casas de prostitución, antros del vicio, juzgados,
prisiones, hospicios, manicomios, hospitales, todos están, en extenso grado,
llenos como resultado de la obra del vendedor de licor. Como la Babilonia
simbólica del Apocalipsis, negocia con "esclavos y almas de
hombres". Detrás del vendedor de
licor se halla el poderoso destructor de almas, y cada acto que la tierra o el
infierno pueda imaginar es empleado para llevar a los seres humanos bajo su
poder.
Sus trampas se extienden en la ciudad y en el campo, en los trenes, en los grandes transatlánticos, en lugares de trabajo, en las salas de placer, en el dispensario médico, aun en la iglesia en la sagrada mesa de la comunión. Nada se deja sin hacer para crear y alimentar el deseo de bebida embriagante. En casi cada esquina está el local público con sus brillantes luces, su bienvenida y su alegría, para invitar al trabajador, al rico ocioso, y al joven desprevenido. La obra prosigue día tras día, mes tras mes, año tras año (Drunkenness and Crime, pág. 8). 23
EL BEBEDOR NO TIENE EXCUSA. Todos los grados del crimen han sido cometidos en estado de embriaguez, y sin embargo en muchos casos se ha excusado a los autores porque no sabían lo que estaban haciendo. Esto no aminora la culpa del criminal. Si con su propia mano lleva el vaso a sus labios, y toma deliberadamente aquello que sabe destruirá sus facultades de raciocinio, se hace responsable de todo el perjuicio que haga mientras esté ebrio, desde el momento mismo en que permite que su apetito lo domine y él trueca sus facultades de raciocinio por la bebida embriagante. Fue su propio acto lo que lo llevó más bajo que las bestias, y el crimen cometido cuando está en estado de embriaguez debiera ser castigado tan severamente como si la persona tuviera todo el poder de sus facultades de raciocinio (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 125). Te/EGW/MHP
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