Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que
se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Hebreos 11:6.
Se me ha
mostrado que muchos tienen ideas confusas con respeto a la
conversión. A
menudo han oído repetir desde el púlpito las frases: “Es necesario nacer
otra vez”. “Deben tener un
nuevo corazón”. Estas expresiones los han preocupado. No podían
comprender el plan de salvación.
Muchos han marchado a los tumbos
hacia la ruina debido a las erróneas doctrinas enseñadas por algunos pastores
concernientes al cambio que ocurre en la conversión.
Algunos
han vivido en la tristeza durante muchos años, esperando alguna señalada evidencia de que eran aceptados por Dios.
Se
han separado en gran medida del mundo, y hallan placer
en asociarse con el pueblo de Dios; sin embargo no osan profesar a Cristo, porque temen que sería presunción decir que son hijos
de Dios.
Están
esperando el cambio extraordinario que han sido inducidos a creer que está
relacionado con la conversión.
Después de un
tiempo, algunos de éstos reciben evidencia de su aceptación por parte de Dios,
y entonces son inducidos a identificarse con su pueblo. Ellos hacen datar su conversión desde ese
tiempo. Pero se me ha mostrado que fueron adoptados en la familia de Dios antes de ese tiempo. Dios los aceptó cuando sintieron
dolor por el pecado, y habiendo perdido su deseo por los placeres del
mundo, resolvieron buscar a Dios fervientemente.
Pero al no comprender la
sencillez del plan de salvación, perdieron muchos
privilegios y bendiciones que
podrían haber reclamado si
solamente hubieran creído, cuando por
primera vez se volvieron a Dios, Que Él los había aceptado.
Otros caen en
un error aún más peligroso. Son gobernados por
los impulsos. Sus simpatías se
despiertan y consideran esta irrupción de sentimientos como una evidencia de que son aceptados por Dios y están convertidos. Pero los
principios de su vida no han cambiado.
Las
evidencias de una genuina obra de gracia en el corazón han de fundarse, no en los sentimientos, sino en su
vida. “Por sus frutos”, dijo Cristo, “los conocerán”...
La obra de la
gracia en el corazón no es una obra instantánea. Se
efectúa por medio de una vigilancia continua y cotidiana y creyendo en las promesas de Dios.
A la persona arrepentida y creyente, que alberga fe y anhela con fervor la gracia renovadora de Cristo, Dios no la devolverá vacía. Le dará gracia. Y los ángeles ministradores la ayudarán mientras persevera en sus esfuerzos para avanzar.
El
Evangelismo, 211,212. [264]
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