1 MEJOR es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento. (Eclesiastés 7).
1. La buena fama. Compárese con Prov.
22: 1. Una buena reputación, basada en 1 carácter, es una posesión
inapreciable. "Pero el que me arrebata mi buena fama, me roba algo que a
él no le enriquece y a mí me deja de veras pobre". (William Shakespeare,
Otelo, Acto 111, Esc. 3.) Una de las recompensas íntimas que se conferirá a los
salvados es "un nombre nuevo" que se promete a todos los que venzan
al mundo (Apoc. 2: 17).
El buen ungüento. "Ungüento"
aparece traducido como "aceite" en Gén. 28: 18; 35: 14; Exo. 25: 6;
29: 2; etc., y otra vez como "ungüento" en Prov. 27: 9; Ecl. 9: 8, y
"perfume" en Ecl. 10: 1 (cf. Cant. 1: 3). En el Cercano Oriente se estimaba muchísimo el aceite perfumado
(ver Rut 3: 3; 2 Sam. 12: 20). En hebreo son
similares los sonidos entre las palabras "nombre", shem, y
"aceite" o "perfume", shémen.
El día de la muerte. Es evidente el
paralelismo de la segunda oración con la primera, cuando se comprende que la
persona que vive honorablemente y alcanza una buena reputación no necesita
temer a la muerte. Cuando nace, tiene la vida por delante, y nada sabe de sus
tropiezos, desengaños, dolores y derrotas. El barco deja el puerto sin conocer
los peligros que pueda encontrar en su camino; pero cuando termina sano y salvo
su travesía por el océano, con regocijo se le da la bienvenida.
El día del nacimiento. El nacimiento es el comienzo de unos breves "setenta años" de vida (Sal. 90: 9, 10), pero la muerte bien puede ser el preludio de una eternidad en la tierra nueva (Luc. 20: 36; 1 Cor. 15: 51- 55): de descanso (Apoc. 14: 13), de gozo supremo (Apoc. 7: 16) y de gloria eterna, en contraste con las actuales aflicciones. (2 Cor. 4: 17). 3CBA/Ministerio Hno. Pio
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