"¿Qué cosa de todas ésas no entiende que la mano de Jehová la
hizo?" Job 12:9.
PUESTO que el libro de la naturaleza y el de la revelación llevan el sello de la misma Mente
maestra, no pueden sino hablar en armonía.
Con diferentes métodos y lenguajes, dan testimonio de las mismas grandes
verdades.
La ciencia descubre siempre nuevas maravillas, pero en su investigación no obtiene nada que, correctamente comprendido, discrepe con la revelación divina. El libro de la naturaleza y la Palabra escrita se alumbran mutuamente. Nos familiarizan con Dios al enseñarnos algo de las leyes por medio de las cuales él obra.
La ciencia descubre siempre nuevas maravillas, pero en su investigación no obtiene nada que, correctamente comprendido, discrepe con la revelación divina. El libro de la naturaleza y la Palabra escrita se alumbran mutuamente. Nos familiarizan con Dios al enseñarnos algo de las leyes por medio de las cuales él obra.
Sin embargo, algunas deducciones erróneas de fenómenos observados en la
naturaleza, han hecho suponer que existe un conflicto entre la ciencia y la
revelación y, en los esfuerzos realizados para restaurar la armonía entre
ambas, se han adoptado interpretaciones de las Escrituras que minan y destruyen
la fuerza de la Palabra de Dios. Se ha creído que la geología contradice la
interpretación literal del relato mosaico de la creación. Se pretende que se requirieron millones de
años para que la tierra evolucionara a partir del caos, y a fin de acomodar la
Biblia a esta supuesta revelación de la ciencia, se supone que los días de la
creación han sido vastos e indefinidos períodos que abarcan miles y hasta
millones de años. 129
Semejante conclusión es enteramente innecesaria. El relato bíblico está en armonía consigo
mismo y con la enseñanza de la naturaleza.
Del primer día empleado en la obra de la creación se dice: "Y fue la tarde y la mañana un día”.
*Gen. 1:5.
Lo mismo se dice en sustancia de cada uno de los seis días de la
semana de la creación. La Inspiración
declara que cada uno de esos períodos ha sido un día compuesto de mañana y
tarde, como cualquier otro día transcurrido desde entonces.
En cuanto a la obra de la creación, el
testimonio divino es como sigue:
"Porque
él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió”. *Sal. 33:9.
¿Cuánto tiempo
necesitaría para sacar la tierra del caos Aquel que podía llamar de ese modo a
la existencia a los mundos innumerables?
Para dar razón de sus obras,
¿Hemos
de violentar su Palabra?
Es cierto que los restos encontrados en la tierra testifican que existieron
hombres, animales y plantas mucho más grandes que los que ahora se
conocen. Se considera que son prueba de
la existencia de una vida animal y vegetal antes del tiempo mencionado en el
relato mosaico.
Pero en cuanto a estas
cosas, la historia bíblica proporciona amplia explicación.
Antes del diluvio, el desarrollo de la vida
animal y vegetal era inconmensurablemente superior al que se ha conocido desde
entonces. En ocasión del diluvio, la
superficie de la tierra sufrió conmociones, ocurrieron cambios notables, y en
la nueva formación de la costra terrestre se conservaron muchas pruebas de la
vida preexistente. Los grandes bosques
sepultados en la tierra cuando ocurrió el diluvio, convertidos después en
carbón, forman los extensos yacimientos carboníferos y suministran petróleo,
sustancias necesarias para nuestra comodidad y conveniencia. Estas cosas, al ser descubiertas, son otros
tantos testigos mudos de la veracidad de la Palabra de Dios. 130
Semejante a la teoría referente a la evolución de la tierra es la que
atribuye a una línea ascendente de gérmenes, moluscos y cuadrúpedos, la
evolución del hombre, corona gloriosa de la creación.
Cuando se consideran las oportunidades que tiene el hombre para investigar,
cuando se considera cuán breve es su vida, cuán limitada su esfera de acción,
cuán restringida su visión, cuán frecuentes y grandes son los errores de sus
conclusiones, especialmente en lo que se refiere a los sucesos que se supone
precedieron a la historia bíblica, cuán a menudo se revisan o desechan las
supuestas deducciones de la ciencia, con qué prontitud se añaden o quitan
millones de años al supuesto período del desarrollo de la tierra y cómo se
contradicen las teorías presentadas por diferentes hombres de ciencia; cuando
se considera esto, ¿consentiremos nosotros, por el privilegio de rastrear
nuestra ascendencia a través de gérmenes, moluscos y monos, en desechar esa
declaración de la Santa Escritura, tan grandiosa en su sencillez: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a
imagen de Dios lo creó"?* Gen. 1:27.
¿Desecharemos el informe
genealógico -más magnífico que cualquiera atesorado en las cortes de los reyes: "Hijo de Adán, hijo de
Dios"?*Luc. 3:38.
Debidamente comprendidas, tanto las revelaciones de
la ciencia como las experiencias de la vida están en armonía con el testimonio
de la Escritura en cuanto a la obra constante de Dios en la naturaleza.
En el himno registrado en el libro de Nehemías, los levitas cantaron: "Tú solo eres Jehová; tú hiciste los
cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo
que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas
estas cosas”. *Neh. 9:6.
En lo que respecta a esta tierra, las Escrituras declaran que la obra de la
creación ha sido terminada. "Las
obras suyas estaban acabadas desde la fundación 131 del mundo”. *Heb. 4:3.
Pero el poder de Dios está aún en acción para sostener los objetos de su
creación. No late el pulso ni se suceden
las respiraciones por el hecho de que el mecanismo una vez puesto en movimiento
sigue actuando por su propia energía inherente.
Cada respiración, cada latido del corazón es una evidencia del cuidado de
Aquel en quien vivimos, nos movemos y somos.
Desde el insecto más pequeño, hasta el hombre, toda criatura viviente
depende diariamente de su providencia.
"Todos ellos esperan en ti.
. .
Les das, recogen;
Abres tu mano, se sacian de
bien.
Escondes tu rostro, se turban;
Les quitas el hálito, dejan de
ser,
Y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados,
Y renuevas la faz de la tierra”.
*Sal. 104:27-30.
*Sal. 104:27-30.
"El extiende el norte sobre
vacío,
Cuelga la tierra sobre nada.
Ata las aguas en sus nubes,
Y las nubes no se rompen debajo
de ellas. . .
Puso límite a la superficie de
las aguas,
Hasta el fin de la luz y las
tinieblas.
Las columnas del cielo tiemblan,
Y se espantan a su
reprensión.
El agita el mar con su poder. . .
Su espíritu adornó los cielos;
Su mano creó la serpiente
tortuosa,
He aquí, estas cosas son sólo los
bordes de sus caminos; ¡Y cuán leve es el susurro que
hemos oído de él! Pero el trueno de su poder,
¿quién lo puede comprender?”. *Job 26:7,8,10,11-14.
"Jehová marcha en la
tempestad y el torbellino,
y las nubes son el polvo de sus pies". *Nah.
1:3.
El enorme poder que obra en toda la naturaleza y sostiene todas las cosas,
no es meramente, como dicen algunos hombres de ciencia, un principio que todo
lo penetra, ni una energía activa. Dios
es espíritu, 132 y no obstante es un ser
personal, pues el hombre fue hecho a su imagen.
Como ser personal, Dios se ha revelado en su Hijo. Jesús, el resplandor de la gloria de su Padre
"y la imagen misma de su
sustancia"*Heb. 1:3, se halló en la tierra en forma de hombre. Como Salvador personal, vino al mundo y
ascendió a lo alto. Como Salvador
personal intercede en las cortes celestiales.
Delante del trono de Dios ministra en favor nuestro, "Uno como un hijo de hombre”. *Dan.
7:13.
El apóstol Pablo, al escribir movido por el Espíritu Santo, declara de
Cristo que "en él fueron creadas
todas las cosas. . . y para él. Y él es
antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. *Col. 1:16,17.
La mano que sostiene los mundos en el espacio, la mano que mantiene en su
disposición ordenada y actividad incansable todas las cosas en el universo de
Dios, es la mano que fue clavada en la cruz por nosotros.
La grandeza de Dios nos es incomprensible.
"Jehová tiene en el cielo su
trono"*Sal. 11:4; sin embargo, es omnipresente mediante su
Espíritu. Tiene un íntimo conocimiento
de todas las obras de su mano y un interés personal en ellas.
"¿Quién como Jehová nuestro
Dios,
Que se sienta en las alturas,
Que se humilla a mirar
En el cielo y en la tierra?"
"¿A dónde me iré de tu
Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí
estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi
estrado,
He aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo del mar,
Aún allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra”.
*Sal. 113:5,6; 139:7-10. 133
"Tú has conocido mi sentarme
y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
Has escudriñado mi andar y mi
reposo,
Y todos mis caminos te son
conocidos. . .
Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
Tal conocimiento es demasiado
Maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo comprender”.
*Sal. 139:2-6.
El Hacedor de todas las cosas fue el que ordenó la maravillosa adaptación
de los medios a su fin, del abastecimiento a la necesidad. Fue él quien en el mundo material hizo
provisión para suplir todo deseo implantado por él mismo. Fue él quien creó el alma humana con su
capacidad de conocer y amar. Y él, por
su propia naturaleza, no puede dejar de satisfacer los anhelos del alma.
Ningún principio intangible, ninguna esencia
impersonal o mera abstracción puede saciar las necesidades y los anhelos de los
seres humanos en esta vida de lucha contra el pecado, el pesar y el dolor.
No es suficiente creer en la ley y en la
fuerza, en cosas que no pueden tener piedad, y que nunca oyen un pedido de
ayuda. Necesitamos saber que existe un
brazo todopoderoso que nos puede sostener, de un Amigo infinito que se
compadece de nosotros.
Necesitamos
estrechar una mano cálida y confiar en un corazón lleno de ternura.
Y precisamente así se ha revelado Dios en su
Palabra.
El que estudie más profundamente los misterios de la naturaleza,
comprenderá más plenamente su propia ignorancia y su debilidad. Comprenderá que hay profundidades y alturas
que no pueden alcanzar, secretos que no pueden penetrar, vastos campos de
verdad que están delante de él sin explorar.
Estará dispuesto a decir con Newton: "Me parece que yo mismo he
sido como un niño que busca guijarros y conchas a la orilla del mar, mientras
el gran océano de la verdad se hallaba inexplorado delante de mí". 134
Los más profundos estudiosos de la ciencia se ven constreñidos a reconocer
en la naturaleza la obra de un poder infinito.
Sin embargo, para la sola razón humana, la enseñanza de la naturaleza no
puede ser sino contradictoria y llena de frustraciones. Sólo se la puede leer correctamente a la luz
de la revelación.
"Por la fe entendemos”. *Heb. 11:3.
"En el principio. . . Dios”.
*Gen. 1:1.
Únicamente aquí puede encontrar reposo la mente en su investigación
anhelosa, cuando vuela como la paloma del arca.
Arriba, debajo, más allá, habita el amor infinito, que hace que todas
las cosas cumplan su "propósito de
bondad”.
*2Tes. 1:11.
"Porque las cosas de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles. . . por medio de las cosas
hechas”. *Rom. 1:20.
Pero su testimonio sólo puede
ser entendido con la ayuda del divino Maestro.
"¿Quién de los hombres sabe
las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios,
sino el Espíritu de Dios”. *1Cor. 2:11.
"Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”. *Juan 16:13.
Sólo mediante
la ayuda de ese Espíritu que en el principio "se movía sobre la faz de las
aguas"; de aquel Verbo por quien "todas las cosas. . . fueron
hechas"; de aquella "Luz verdadera que alumbra a todo hombre",
puede interpretarse correctamente el testimonio de la ciencia. Sólo mediante su dirección pueden descubrirse
sus verdades más profundas. Sólo bajo la dirección del Omnisciente podremos llegar a pensar lo mismo
que él cuando estudiemos sus obras.
(La Educación de Elena G de White) 135
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