"¿Descubrirás tú los secretos de Dios?"
Job 11:7.
NINGUNA
mente finita puede comprender plenamente el carácter o las obras del
Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la
investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo
que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer
rodeado de misterio.
Pero aunque "nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el
cimiento de su trono" . *Sal. 97:2.
Podemos
comprender lo suficiente de su trato con nosotros para descubrir una
misericordia ilimitada unida a un poder infinito. Podemos comprender,
de sus propósitos, lo que seamos capaces de asimilar; más allá de esto,
debemos confiar en la mano omnipotente, en el corazón lleno de amor.
La
Palabra de Dios, como el carácter de su Autor, presenta misterios que
nunca podrán ser enteramente comprendidos por los seres finitos.
Pero
Dios ha dado en las Escrituras suficiente evidencia de su autoridad
divina. Su propia existencia, su carácter, la veracidad de su Palabra,
lo corrobora un testimonio que toca a nuestra razón, y ese testimonio es
abundante. Es cierto, él no ha eliminado la posibilidad de dudar; la
fe debe apoyarse en la evidencia, no en la demostración; los que desean
dudar tienen oportunidad de hacerlo, pero los que desean conocer la
verdad tienen suficiente terreno para ejercer la fe.170
No
tenemos motivos para dudar de la Palabra de Dios a causa de que no
podamos comprender los misterios de su providencia. En el mundo
natural, estamos constantemente rodeados de maravillas superiores a
nuestra comprensión. ¿Nos ha de sorprender, entonces, encontrar también
en el mundo espiritual misterios que no podemos sondear?
La dificultad reside solamente en la estrechez y la debilidad de la mente humana.
Los
misterios de la Biblia, lejos de ser un argumento contra ella, se
encuentran entre las más fuertes pruebas de su inspiración divina. Si
su descripción de Dios consistiera sólo en lo que nosotros pudiésemos
comprender, si su grandeza y su majestad pudiesen ser abarcadas por
mentes finitas, la Biblia no llevaría, como lleva, evidencias
inconfundibles de la Divinidad.
La
grandeza de sus temas debe inspirar fe en ella como la Palabra de Dios.
La Biblia revela la verdad con tal sencillez y tal adaptación a las
necesidades y los anhelos del corazón humano, que ha asombrado y
encantado a los espíritus más cultivados, y al mismo tiempo ha explicado
el camino de la vida al humilde e ignorante.
"El que anduviera en este camino, por torpe que sea, no se extraviará". *Isa. 35:8.
Ningún
niño tiene por qué equivocar el camino. Ningún buscador tembloroso
necesita dejar de andar en la luz pura y santa. Sin embargo, las
verdades más sencillamente expuestas comprenden temas elevados, de vasto
alcance, infinitamente superiores al poder de la comprensión humana,
misterios que son el escondedero de su gloria, misterios que vencen la
mente en su investigación, mientras inspiran fe y reverencia al sincero
indagador de la verdad.
Cuanto
más escudriñamos la Biblia, tanto más profunda es nuestra convicción de
que es la Palabra del Dios viviente, y la razón humana se inclina ante
la majestad de la revelación divina. 171
Dios quiere que sean siempre reveladas las verdades de su Palabra al investigador ferviente. Aún que "las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios", "las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos". *Deut. 29:29.
La
idea de que ciertas porciones de la Biblia no pueden ser entendidas, ha
inducido a descuidar algunas de sus más importantes verdades.
Es necesario recalcar con frecuencia el hecho de que los misterios de la
Biblia no son tales porque Dios haya tratado de ocultar la verdad, sino
porque nuestra debilidad e ignorancia nos hacen incapaces de comprender
o posesionarnos de la verdad.
El límite no está fijado por su propósito, sino por nuestra capacidad.
Dios
desea que comprendamos tanto como lo permite nuestra mente,
precisamente aquellas porciones de las Escrituras que a menudo se pasan
por alto por considerárselas imposibles de comprender. "Toda la Escritura es inspirada por Dios" para que el hombre de Dios sea "enteramente preparado para toda buena obra".
*2 Tim. 3:16,17.
Es
imposible para cualquier mente humana abarcar completamente siquiera
una verdad o promesa de la Biblia. Uno comprende la gloria desde un
punto de vista, otro desde otro, y sin embargo sólo podemos percibir
destellos.
La plenitud del brillo está fuera del alcance de nuestra visión.
Al contemplar, las grandes cosas de la Palabra de Dios, observamos una fuente que se amplía y profundiza bajo nuestra mirada.
Su amplitud y profundidad sobrepasan nuestro conocimiento.
Al mirar, la visión se expande; contemplamos extendido delante de nosotros un mar sin límites.
Este estudio tiene poder vivificador. La mente y el corazón adquieren fuerza y vida nuevas.
Esta experiencia es la mayor evidencia de que la Biblia es de origen divino.
Recibimos
la Palabra de Dios como alimento para el alma, mediante la 172 misma
evidencia por la cual recibimos el pan como alimento para el cuerpo. El
pan suple la necesidad de nuestra naturaleza. Sabemos por experiencia
que produce sangre, huesos y cerebro. Apliquemos la misma prueba a la
Biblia: Cuando sus principios han llegado a formar efectivamente parte
del carácter, ¿cuál ha sido el resultado? ¿Qué cambios se han efectuado
en la vida?
"Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". *2 Cor. 5:17.
Gracias a su poder, los hombres y mujeres han roto las cadenas de los
hábitos pecaminosos. Han renunciado al egoísmo. Los profanos se han
vuelto reverentes; los beodos, sobrios; los libertinos, puros. Las
almas que exponían la semejanza de Satanás, han sido transformadas a la
imagen de Dios. Este cambio es en sí el milagro de los milagros. Es un cambio obrado por la Palabra, uno de los más profundos misterios de la Palabra.
No lo podemos comprender; sólo podemos creer, según lo declara la Escritura, que es "Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria". *Col. 1:27.
El
conocimiento de este misterio es la clave de todos los demás. Abre al
alma los tesoros del universo, las posibilidades de un desarrollo
infinito.
Y este desarrollo se obtiene por medio de la constante revelación del
carácter de Dios a nosotros, de la gloria y el misterio de la Palabra
escrita.
Si
nos fuera posible lograr una plena comprensión de Dios y su Palabra, no
habría para nosotros más descubrimientos de la verdad, mayor
conocimiento, ni mayor desarrollo. Dios dejaría de ser supremo, y el
hombre dejaría de progresar. Gracias a Dios, no es así.
Puesto
que Dios es infinito, y en él están todos los tesoros de la sabiduría,
podremos escudriñar y aprender siempre, durante toda la eternidad, sin
agotar jamás las riquezas de su sabiduría, su bondad o su poder.
(La Educación de Elena G de White) 173
(La Educación de Elena G de White) 173
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