LA BIBLIA COMO INSTRUMENTO EDUCADOR.
"Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán contigo cuando despiertes". Prov. 6:22.
LA CULTURA MENTAL
Y
ESPIRITUAL.
"Con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y
agradable". Proverbios 24:4.
SEGÚN la ley de Dios, la fuerza para la mente y el alma, lo mismo que para
el cuerpo, se adquiere por medio del esfuerzo.
El desarrollo se obtiene por medio del ejercicio. De acuerdo con esta ley, Dios ha provisto en
su Palabra los medios necesarios para el desarrollo mental y espiritual.
La Biblia contiene todos los principios que los hombres necesitan
comprender, a fin de prepararse para esta vida o para la venidera. Estos principios pueden ser comprendidos por
todos. Nadie que tenga disposición para
apreciar su enseñanza puede leer un solo pasaje de la Biblia sin obtener de él
algún pensamiento útil. Pero la
enseñanza más valiosa de la Biblia no se obtiene por medio de un estudio
ocasional o aislado. Su gran sistema de
verdad no se presenta de tal manera que pueda descubrirlo el lector apresurado
o descuidado.
Muchos de sus tesoros
están lejos de la superficie, y sólo pueden ser obtenidos por medio de una
investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que forman el gran todo deben
ser buscadas y reunidas "un poquito
allí, otro poquito allá”. *Isa. 28:10.
Una vez buscadas y reunidas, corresponderán perfectamente unas a
otras. Cada Evangelio es un complemento
de los demás; cada profecía, una explicación 124 de la otra; cada verdad, el
desarrollo de otra verdad. El Evangelio
explica los símbolos del sistema judaico. Cada principió de la Palabra de Dios tiene su lugar; cada hecho, su
relación. Y la estructura completa,
tanto en su propósito como en su ejecución, da testimonio de su Autor. Sólo el Ser infinito pudo concebir y dar
forma a esa estructura.
Al buscar las diferentes partes y al estudiar su relación, entran en
actividad las facultades superiores de la mente humana. Nadie puede emprender ese estudio sin que se
desarrolle su mente.
Y el valor intelectual del estudio de la Biblia no consiste solamente en
investigar la verdad y descubrir su estructura íntima, sino también en el
esfuerzo requerido para abarcar los temas presentados.
La mente ocupada solamente con asuntos
vulgares se empequeñece y debilita. Si
nunca se empeña en comprender verdades grandes y de vasto alcance, después de
un tiempo pierde la facultad de crecer. Como salvaguardia contra esa degeneración, y como estímulo para el
desarrollo, nada puede igualar al estudio de la Palabra de Dios.
Cómo medio de educación intelectual, la
Biblia es más eficaz que cualquier otro libro o que todos los demás libros
juntos.
La grandeza de sus temas, la
elevada sencillez de sus expresiones, la belleza de sus figuras, avivan y
elevan los pensamientos como ninguna otra cosa puede lograrlo.
Ningún otro estudio puede impartir poder
mental como el que imparte el esfuerzo que se realiza para abarcar las
estupendas verdades de la revelación. La
mente que en esa forma se pone en contacto con los pensamientos del Ser
infinito no puede sino desarrollarse y fortalecerse.
Mayor aún es el poder de
la Biblia en el desarrollo de la naturaleza espiritual. El hombre, creado para vivir en comunión con
Dios, puede encontrar su verdadera vida y su auténtico desarrollo únicamente en
esa comunión. Creado para descubrir 125
en Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar
los anhelos de su corazón, y satisfacer el hambre y la sed del alma. Aquel que con espíritu dócil y sincero
estudia la Palabra de Dios para comprender sus verdades, se pondrá en contacto
con su Autor y, a menos que sea por propia decisión, no tienen límite las
posibilidades de su desarrollo.
En su vasta gama de estilo y temas, la Biblia tiene algo para interesar a
cada mente y atraer cada corazón. Sus
páginas encierran historia antiquísima; biografías fieles a la vida; principios
de gobierno para regir al estado y gobernar la casa, principios que la
sabiduría humana nunca ha conseguido igualar. Contiene la más profunda filosofía, la poesía más dulce y sublime,
apasionada y patética.
Los escritos de
la Biblia, aún considerados de esta manera, son inconmensurablemente superiores
en valor a las producciones de cualquier autor humano, pero considerados en su
relación con su gran pensamiento central, son de alcance infinitamente más
amplio, de valor infinitamente mayor. Desde este punto de vista, cada tema adquiere nuevo significado. En las verdades más sencillamente enunciadas
se encierran principios tan altos como el cielo, y que abarcan la eternidad. El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos
los demás del Libro, es el plan de la redención, la restauración de la imagen
de Dios en el alma humana.
Desde la
primera insinuación de esperanza que se hizo en la sentencia pronunciada en el
Edén, hasta la gloriosa promesa del Apocalipsis: "Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" *Apoc.
22:4, el propósito de cada libro y pasaje de la Biblia es el desarrollo de
este maravilloso tema: La elevación del hombre, el poder de Dios, "que 126 nos da la victoria por medio
de nuestro Señor Jesucristo”. *1 Cor. 15:57.
El que capta este pensamiento, tiene ante sí un campo infinito de
estudio. Tiene la llave que le abrirá
todo el tesoro de la Palabra de Dios.
La ciencia de la redención es la ciencia de las ciencias; la ciencia que
constituye el motivo de estudio de los ángeles y todos los seres inteligentes
de los mundos no caídos; la ciencia que ocupa la atención de nuestro Señor y Salvador; la ciencia que penetra en
el propósito nacido en la mente del Ser Infinito, "que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos"*Rom. 16:25;
la ciencia que será el estudio de los redimidos de Dios durante los siglos sin
fin. Es éste el estudio más elevado que
puede emprender el hombre. Aviva la
mente y eleva el alma como ningún otro estudio podría hacerlo.
"La sabiduría excede, en que
da vida a sus poseedores". "Las palabras que yo os he hablado -dijo Jesús- son espíritu y son vida". "Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Ecl. 7:12; Jn. 6:63; 17:3.
En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó los mundos a la
existencia. Esta palabra imparte poder;
engendra vida. Cada orden es una
promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma, trae consigo la vida
del Ser infinito. Transforma la
naturaleza y vuelve a crear el alma a imagen de Dios. De igual modo se sostiene la vida así impartida. El hombre vivirá de "toda palabra que sale de la boca de Dios”. *Mt. 4:4.
La mente, el alma, se edifica con lo que le sirve de alimento, y a nosotros
nos toca determinar la 127 clase de alimento que recibirá.
Está al alcance de todos escoger los
temas que han de ocupar los pensamientos y amoldar el carácter. Dios dice de cada ser humano privilegiado con
el acceso a las Escrituras: "Le escribí las grandezas de
mi ley". "Clama a mí, y yo te
responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. *Ose.
8:12; Jer. 33:3.
Con la Palabra de Dios en la mano, todo ser humano, cualquiera sea su
suerte en la vida, puede gozar de la clase de comunión que escoja. Por medio de sus páginas puede relacionarse
con lo mejor y lo más noble de la especie humana, y escuchar la voz del Eterno
que habla con los hombres.
Al estudiar y
meditar en los temas que los ángeles "anhelan
mirar"*1Pedro 1:12, puede gozar de su compañía. Puede seguir las pisadas del Maestro
celestial y escuchar sus palabras como cuando él las enseñaba en la montaña, la
llanura y el mar.
Puede morar en esta
tierra en la atmósfera del cielo, e impartir a los afligidos y tentados de la
tierra pensamientos de esperanza y anhelos de santidad; puede lograr que su
comunión con el Invisible sea cada vez más íntima, como aquel que antaño anduvo
con Dios, acercándose cada vez más al umbral del mundo eterno, hasta que los
portales se abran y pueda entrar. Entonces no se sentirá allí como un extraño. Lo saludarán las voces de los santos que,
invisibles, eran sus compañeros en la tierra, voces que él aprendió a
distinguir y amar aquí. El que por medio
de la Palabra de Dios ha vivido en comunión con, el cielo, se sentirá como en
su casa en el ambiente celestial. (La Educación de Elena G de White) 128
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