Para nuestro Dios misericordioso la tarea de castigar resulta
extraña. “Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío”.
Ezequiel 33:11. El Señor es “compasivo y clemente, lento en iras y grande en
misericordia y en fidelidad, [...] que perdona la iniquidad, la transgresión y
el pecado”. Sin embargo “visita la iniquidad de los padres sobre los hijos, y
sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y hasta la cuarta generación”.
“¡Jehová es lento en iras y grande en poder, y de ningún modo tendrá por
inocente al rebelde!” Éxodo 34:6, 7; Nahúm 1:3 (VM). Él vindicará con terribles
manifestaciones la dignidad de su ley pisoteada. Puede juzgarse de cuán severa
ha de ser la retribución que espera a los culpables por la repugnancia que
tiene el Señor para hacer justicia. La nación a la que soporta desde hace tanto
tiempo y a la que no destruirá hasta que no haya llenado la medida de sus
iniquidades, según el cálculo de Dios, beberá finalmente de la copa de su ira
sin mezcla de misericordia. CS. 685.
Porque Jehová se levantará como en el
monte Perazim, como en el valle de Gabaón se enojará; para hacer su obra, su
extraña obra, y para hacer su operación, su extraña operación.18:21.
Como en el monte Perazim. Después de
que David fue ungido como rey, los filisteos vinieron contra él, pero fueron
derrotados en Perazim y en Gabaón (1 Crón. 14: 8-16). Así como el Señor se
manifestó para derrotar a los enemigos de David, así también subyugará a los
enemigos de Sión en los últimos días.
Su extraña obra. Dios es, por
naturaleza, misericordioso, bondadoso y tardo para la ira (Exo. 34: 6-7; Eze.
18: 23, 32; 33: 11; 2 Ped. 3: 9). El causar dolor, sufrimiento, castigo y
muerte sobre sus criaturas, es ajeno al carácter divino; pero, al mismo tiempo,
"de ningún modo tendrá [Dios] por inocente al malvado" (Exo. 34: 7).
Algunas veces el castigo divino parece demorarse tanto, que los hombres llegan
a la conclusión de que nunca vendrá (Ecl. 8: 11; Sof. 1: 12; Mal. 2: 17; 3:
14), y que pueden seguir impunemente en sus caminos impíos. Todos los que
pretendan aprovecharse así de la misericordia y de la paciencia de Dios reciben
aquí la advertencia de que el juicio sin duda llegará (cf. Eze. 12: 21-28; ver
com. Isa. 28: 14, 22-23). Cuando Cristo aparezca como conquistador, para
dominar a sus enemigos (Apoc. 19: 11-21), los hombres lo verán desempeñando un
papel completamente diferente de cuanto hayan visto antes. El Cordero de Dios
aparecerá entonces como "el León de la tribu de Judá" (Apoc. 5: 5-6).
4CBA/Ministerio Hno. Pio
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