viernes, 18 de septiembre de 2020

04. LA EXTRAÑA OBRA DE DIOS: “CASTIGAR A LOS ENEMIGOS DE SU PUEBLO EN EL TIEMPO FINAL”.

LOS JUICIOS DE DIOS caerán sobre los que traten de oprimir y aniquilar a su pueblo. Su paciencia para con los impíos da a éstos alas en sus transgresiones, pero su castigo no será menos seguro ni terrible por mucho que haya tardado en venir. "Jehová se levantará como en el monte Perasim, y se indignará como en el valle de Gabaón; para hacer su obra, su obra extraña, y para ejecutar su acto, su acto extraño." (Isaías 28: 21 V.M.) Para nuestro Dios misericordioso la tarea de castigar resulta extraña. "Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío." (Ezequiel 33: 11.) El Señor es "compasivo y clemente, lento en iras y grande en misericordia y en fidelidad, . . . que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado." Sin embargo "visita la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y hasta la cuarta generación." "¡Jehová es lento en iras y grande en poder, y de ningún modo tendrá por inocente al rebelde!" (Éxodo 34: 6, 7; Nahum 1: 3, V.M.) El vindicará con terribles manifestaciones la dignidad de su ley pisoteada. Puede juzgarse de cuán severa ha de ser la retribución que espera a los culpables, por la repugnancia que tiene el Señor para hacer justicia. La nación a la que soporta desde hace tanto tiempo y a la que no destruirá hasta que no haya llenado La medida de sus iniquidades, según el cálculo de Dios, beberá finalmente de la copa de su ira sin mezcla de misericordia.

CUANDO CRISTO DEJE DE INTERCEDER EN EL SANTUARIO, se derramará sin mezcla la ira de Dios de la que son amenazados los 686 que adoran a la bestia y a su imagen y reciben su marca. (Apocalipsis 14:9, 10.) Las plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba por libertar a Israel fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos que caerán sobre el mundo inmediatamente antes de la liberación final del pueblo de Dios.

EN EL APOCALIPSIS SE LEE LO SIGUIENTE CON REFERENCIA A ESAS MISMAS PLAGAS TAN TEMIBLES: "Vino una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen." El mar "se convirtió en sangre como de un muerto; y toda alma viviente fue muerta en el mar." También "los ríos; y . . ., las fuentes de las aguas, . . . se convirtieron en sangre." Por terribles que sean estos castigos, la justicia de Dios está plenamente vindicada. El ángel de Dios declara: "Justo eres tú, oh Señor, . . . porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen." (Apocalipsis 16: 2-6.) Al condenar a muerte al pueblo de Dios, los que lo hicieron son tan culpables de su sangre como si la hubiesen derramado con sus propias manos. Del mismo modo Cristo declaró que los judíos de su tiempo eran culpables de toda la sangre de los santos varones que había sido derramada desde los días de Abel, pues estaban animados del mismo espíritu y estaban tratando de hacer lo mismo que los asesinos de los profetas.

En la plaga que sigue, se le da poder al sol para "quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande calor." (Apocalipsis 14: 8, 9.) Los profetas describen como sigue el estado de la tierra en tan terrible tiempo: "El campo fue destruído, enlutóse la tierra; . . . porque se perdió la mies del campo." "Secáronse todos los árboles del campo; por lo cual se secó el gozo de los hijos de los hombres." "El grano se pudrió debajo de sus terrones, los bastimentos fueron asolados." "¡Cuánto gimieron las bestias! ¡cuán turbados anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvieron pastos! , . . Se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumió las 687 praderías del desierto." (Joel 1: 10, 11, 12, 17, 18, 20.) "Y los cantores del templo aullarán en aquel día, dice el Señor Jehová; muchos serán los cuerpos muertos; en todo lugar echados serán en silencio." (Amós 8: 3.)

ESTAS PLAGAS NO SERÁN UNIVERSALES, pues de lo contrario los habitantes de la tierra serían enteramente destruídos. Sin embargo serán los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres. Todos los juicios que cayeron sobre los hombres antes del fin del tiempo de gracia fueron mitigados con misericordia. La sangre propiciatoria de Cristo impidió que el pecador recibiese el pleno castigo de su culpa; pero en el juicio final la ira de Dios se derramará sin mezcla de misericordia.

En aquel día, multitudes enteras invocarán la protección de la misericordia divina que por tanto tiempo despreciaran. "He aquí vienen días, dice el Señor Jehová, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar: desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán." (Amós 8: 11, 1 2.) CS/EGW/MHP

 

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